¿Quién no ha pensado en tomarse un año sabático? Creo que es una opción que muchos hemos tomado en cuenta en algún punto de nuestras vidas. A pesar de lo atractiva y positiva que pueda sonar esta idea, muchas personas terminan desistiendo de ella porque el hecho de poner sus vidas en pausa por todo un año suena algo aterrador.
Pero, ¿qué tal si no lo vemos del todo como un pausa? Sí, tomar un año sabático suele implicar poner ciertos aspectos de nuestra vida on hold, pero pienso que más que eso, esta experiencia puede abrirnos las puertas a una vida alternativa que al final nos ayuda a retomar nuestras actividades cotidianas con más ideas, más fuerza y un nuevo enfoque.
Así sucedió en mi caso: yo tomé un año sabático en medio de mi carrera de pregrado para ser au pair en Alemania. Una pequeña parte de mí tenía miedo a perder mis hábitos de estudio, aplazar aún más mi fecha de graduación y perder la relación de pareja que tenía en ese momento. Sin embargo, todo lo que me emocionaba acerca de vivir esta experiencia era mucho más fuerte. Yo estudiaba Idiomas Modernos y me estaba especializando en la lengua alemana, así que necesitaba mejorar mis conocimientos con un programa como este. Además, siempre había querido vivir en otro país por un tiempo prolongado.
Viéndolo en retrospectiva casi dos años después de haber regresado, estoy cada día más segura de que fue la mejor decisión que he tomado en mi vida. Quiero compartir con ustedes los beneficios que esta experiencia de un año sabático aportó a mi vida.
Aprender un nuevo idioma, ¡en medio de nativos!
Desde que soy pre-adolescente he estado aprendiendo idiomas. Comencé con el inglés a los once años. Luego, a los quince me inscribí en la Alianza Francesa. Comencé mi carrera universitaria a los dieciocho y tuve mi primer encuentro con el alemán. Probé distintos métodos y herramientas de aprendizaje que me ayudaron un montón, pero sin lugar a dudas, nada se compara al aprendizaje en tiempo real y en carne propia cuando vives en el país donde se habla esa lengua.
Para nadie es un secreto que el alemán es un idioma DIFÍCIL. El nivel de fluidez que logré alcanzar viviendo en Alemania fue sorprendente. Además, adquirí un vocabulario muy amplio, y pude aprender los usos de ciertas palabras y frases según el contexto. También aprendí un sinfín de expresiones, dichos, chistes e incluso palabras en dialectos. Alcanzar esta clase de dominio de un idioma desde mi casa me hubiese tomado al menos cuatro veces el tiempo que me tomó dominarlo en Alemania.
Adquirir nuevos y mejores hábitos
Cada cultura tiene sus particularidades, las características y costumbres que las hacen únicas. Somos muy diferentes unos de otros, y a mí particularmente me encanta celebrar esas diferencias. Nunca me ha gustado tildar de negativas las costumbres de las otras culturas, más bien pienso que es interesante ver qué costumbres de otros países puedo adoptar para lograr un impacto positivo en mi vida.
En Alemania fui testigo de muchísimas costumbres y maneras de ser de los alemanes. Todo me pareció increíblemente interesante, pero hubo dos que se quedaron conmigo de manera muy especial. La primera fue el valor que le dan a los pequeños detalles. Pude notar que ellos no desperdiciaban una oportunidad para tener un detalle, por pequeño que fuese, con un ser querido. Desde una tarjeta escrita a mano hasta un regalo envuelto de la forma más delicada, todo buscaba hacer saber al otro lo especial y apreciado que era.
Lo otro que me fascinó y que supe que debía adoptar como costumbre era la toma de decisiones en base al cuidado del medio ambiente. En Alemania hay incluso leyes que rigen el comportamiento y la rutina de los ciudadanos en pro de cuidar al planeta. Desde que regresé a Venezuela, he cambiado muchas cosas en mi casa y en mi manera de pensar, y ese aprendizaje se lo debo a mi año sabático.
Conocerte mejor a ti mismo
Un año sabático te saca de la rutina, te lleva a probar cosas nuevas e incluso, si decides vivir en otro país, te enfrenta con la soledad. Esto último puede sonar algo triste, pero pienso que es clave para reencontrarse con uno mismo. Alejarnos momentáneamente de nuestros círculos habituales nos obliga a descubrir nuevas cosas sobre nosotros. Rodearnos de nuevas caras y tener el poder de decidir con quién queremos pasar nuestro tiempo nos conecta más con nuestro instinto.
Cuando se me presentó esta oportunidad de salir de mi zona de confort y probar nuevas cosas, comencé a aprender muchísimo más sobre mí. Me di cuenta de que podía discernir con rapidez lo que me gusta y lo que definitivamente no. Descubrí que era buena en cosas que nunca había considerado y que me apasionaban actividades que no había hecho antes. Confirmé lo que sí sabía sobre mí e hice las paces con mucho de ello.
Cuando regresé de mi año en el extranjero parecía que había cambiado, pero en realidad sólo había regresado más segura de quién soy y de lo que quiero para mi vida.
Dar un nuevo enfoque a tus metas
El conjunto de todo lo anterior que me permitió vivir mi año sabático me llevó a reevaluar mis metas y darles un nuevo enfoque, más conectado con mis objetivos para la vida. No en vano surgió esta agencia como resultado de mi experiencia en Alemania: mis vivencias en ese año ayudaron a ver con más claridad mis metas de vida en cuanto a lo personal, lo académico y lo profesional.
El año sabático nos permite tomar las herramientas que tenemos e impulsarlas hacia el crecimiento con todo lo nuevo que adquirimos en el camino. En mi caso, me ayudó a dar mejor enfoque a lo que no veía con mucha claridad. Me llevó también a considerar transitar caminos que nunca había imaginado antes, pero que resultarían ser los más indicados para mí.
No cabe lugar a dudas en que tomar un año sabático es un reto que vale la pena plantearse. Tanto para el que busca un cambio en su vida, como para el que no sabe que lo necesita, esta experiencia aporta una inmensa cantidad de beneficios para toda la vida.